viernes, enero 17, 2014

El diablo

Recuerdo que cuando leí por primera vez la biblia satánica de Lavey, sufrí una de esas crisis espirituales muy comunes en la adolescencia; ante mis ojos tenía la panacea de los problemas, el escape a lo males, el poder infinito. Recuerdo que intente aprender el enoquiano, conseguir una daga e incluso trazar en la ruta escolar cientos de métodos de hurto y escape para el cáliz de la iglesia mas cercana.

Hoy por hoy, con más años encima, suelo darle un par de miradas a las paginas e imaginarme todo lo allí descrito, los círculos, las velas, el ritualismo, los pensamientos de poder... Luego doy un largo respiro, vuelvo a mi ser y me digo: "Soy un idiota".

Esta semana he escuchado miles de historias de pactos con el diablo, fantasmas y seres paranormales, todas compartiendo la misma mentira, pero aun así develando algo fundamental en nuestra naturaleza: La predisposición y sugestión para hacer de la ignorancia algo material. Y es de allí entonces que puedo decir que el demonio y demás supercherías son en parte ignorancia, en otra una racionalización de nuestros miedos y en otros casos, la necesidad de nosotros los seres humanos por sentirnos inferiores, incapaces de controlar nuestra vida, nuestras acciones y por ende las consecuencias.

El diablo si existe y lo vemos a cada día; con ropas de Armani o Bossi, afeitado, barbado, con pelo liso, rizado, de tez blanca o tez negra, con senos, con pene o vagina. El diablo esta allí frente al espejo y le sonrío tanto... porque es igual a mí, a cada uno de nosotros...

Luis C. Botero.

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